Desde dejar nuestra casa y la escuela de los chicos, hasta adaptarnos al trabajo remoto y la educación en casa. Acá les relato cómo nos animamos a cambiar nuestra vida cotidiana por el sueño de recorrer el mundo en nuestro velero.
Les quiero contar un poco sobre esta experiencia que emprendimos como familia. ¿Por qué decidimos salir de nuestra zona de confort en busca de nuevos horizontes? La verdad, no sé si hay una razón o varias. Nos picó el bichito de conocer el mundo, aunque suena a algo un poco grande. Lo que queríamos era, por unos años, estar juntos, disfrutando de la familia y aprendiendo formas distintas de ver y vivir la vida.
En marzo del 2023 arrancó lo que veníamos planeando hace dos años y medio: dejar nuestra casa, la que construimos con un esfuerzo tremendo, dejar la comodidad de la rutina diaria, dejar atrás la escuela de las bendiciones para empezar a educarlos en casa, y en mi caso, dejar mi laburo que tanto disfrutaba y donde trabajaba con personas muy talentosas. Mi compañero de vida tuvo que reorganizar su forma de trabajar para hacerlo de forma remota, y hacerlo bien, porque de él dependen varias personas. Visto desde afuera, parece un sueño hecho realidad, y lo es, pero costó un montón.
En abril nos mudamos al barco, y ahí empezó la etapa de adaptación a vivir en un espacio más chico. Pero, ¡eh!, no nos podemos quejar: el Esmeralda es un velero muy cómodo, con tres baños, cinco camarotes, y un gran espacio en cubierta. Los primeros días los pasamos acomodando el barco y aprendiendo. Pero lo que realmente necesitábamos era hacer navegaciones costeras para ganar confianza en el barco y en nosotros. Teníamos que conocer sus ruidos y entender que no se iba a partir en dos, ni se le iba a caer el palo con cada ruido con los ocasionales golpes del casco contra el agua.
Arrancamos yendo desde Roda de Bará al Delta del Ebro, un lugar hermoso y tranquilo. Tuvimos una navegación con viento de cola y olas amables. Hicimos una parada en Cambrils, pasamos una noche en el puerto y recorrimos la ciudad donde vive mi hermano, que es una belleza. El Delta fue nuestra primera vez durmiendo fondeados y fue un placer, aunque estábamos solos, lo cual era algo nuevo para nosotros. De vuelta en Roda hicimos más viajes costeros (Sitges, Tarragona, Comarruga).
Mientras tanto, nos estábamos adaptando a la educación a distancia y al trabajo remoto de Guille. Era todo un desafío coordinar los horarios para no superponernos con los momentos de estudio de los chicos, las reuniones de trabajo y las clases sincrónicas.
Un día nos animamos a hacer nuestra primera navegación nocturna hacia la Bahía de Roses. En la ida, el clima y el mar nos trataron bien. Nos fondeamos y pasamos unos días con amigos del Club de Regatas de La Plata que estaban en el mundial de Optimist. La estadía estuvo movida; tuvimos bastante oleaje. En el regreso a Roda, el mar no fue tan amable: olas de dos metros y medio y 30 nudos de viento de aleta de babor
Antes del gran salto, queríamos hacer una navegación más y nos fuimos a las Baleares, y esta vez el mar fue gentil, pero el cielo nos trajo una tormenta eléctrica. Metimos los celulares, la tablet y una de las computadoras en el microondas (no teníamos claro si la improvisada jaula Faraday funcionaría…). Estábamos de guardia Guille y yo, por lo general las guardias las hacemos diferente, Guille empieza sólo y a las 4 horas los remplazamos nuestra hija y yo. Esta vez, por la tormenta decidimos hacer la primera guardia juntos hasta que pasara la parte pesada, la próxima la haría nuestra hija cuando empezara a clarear, mientras uno de nosotros dormía en cubierta para no dejarla sola. Por suerte, los rayos eligieron mejores lugares para caer.
Nos quedamos una semana en Mallorca durante la Copa del Rey, donde pudimos ver la regata desde una posición privilegiada. Al terminar, regresamos en una especie de navegación en conserva con el Urbania, uno de los barcos que había participado de la competencia y donde mi hermano es parte de la tripulación. Una vez que el Urbania levantó las velas, fue imposible seguirle el ritmo. Nos hicimos compañía por la radio, y en la segunda guardia hasta hicimos una sesión de chistes por uno de los canales del VHF permitidos (nunca se debe usar el 16).
De vuelta en Roda de Bará, sacamos el Esmeralda del agua para hacerle el fondo, cambiar la hélice y los ánodos de sacrificio, solucionar un problema eléctrico y ahora si estábamos listos para hacer el gran salto. En tiempo record soltamos amarras para dirigirnos a Cerdeña, un destino al cual le teníamos respeto y un poco de temor, primero había que llegar a Menorca pasar la noche en Cala Macarelleta y después aún nos esperaban 36/34 horas de navegación.
Cerdeña para nosotros había sido un destino imposible. Diez años atrás, en septiembre, salimos desde Cambrils rumbo a Cerdeña. Durante la primera noche del cruce nos encontramos con vientos de 60 nudos, olas de 9/10 metros, y un barcazo. El Turquino se la bancó todo, aunque las crucetas tocaron dos veces el agua. Fue la noche en la que todos tuvimos más miedo que nunca. Por suerte, pudimos refugiarnos en Mahón y ya nos quedamos en las Baleares.
Esta vez esperamos a que llegara buen clima y que nos permitiera cruzar tranquilos, y así fue. Tuvimos una navegación hermosa de 34 horas. Llegamos a Puerto Conte para comenzar una vuelta de como tres meses alrededor de Cerdeña, luego ir a Roma, bajar a Sicilia pasando por lugares increíbles como el volcán Stromboli, Positano, Capri, Amalfi, Camerota, Ponza, Tropea, Cefalú y Portoscuso, entre tantos otros. Pero ese relato será para otra publicación. El gran salto estaba hecho.
Les dejo un video con el recorrido completo que hicimos en el 2023, 2400 millas y más de 35 destinos.
https://youtu.be/ZzpVGpD2zGk