Nuestro nuevo recorrido marítimo comenzó en la Macarelleta
Luego de nuestro viaje a Mallorca, nos preparamos para el siguiente gran salto: Cerdeña. Pero antes, había que ajustar algunos detalles en el barco. Sacarlo del agua para hacer mantenimiento al fondo, cambiar la hélice y reemplazar los ánodos de sacrificio eran tareas esenciales. El mantenimiento del casco evita la adherencia de moluscos que pueden ralentizar el barco. La nueva hélice era para eliminar una molesta vibración y los ánodos de sacrificio, parte crucial de nuestro sistema de protección contra la corrosión, necesitaban ser cambiados regularmente. Todo esto lo hicimos rápidamente gracias a Prosailing, la empresa de mi hermano.
En lo que respecta a la ruta hacia Cerdeña, optamos por no tomar el camino directo desde Barcelona, recordando una experiencia de hace diez años. En aquel entonces, nos encontramos con una tormenta feroz en el golfo de León: mar árbolado, olas de 9 a 10 metros y vientos de 60 nudos, una verdadera tormenta perfecta. Aquella vez terminamos refugiados en Mahón, sin llegar a Cerdeña.
Esta vez, en lugar de dirigirnos a Mahón, elegimos Cala Macarelleta en Menorca. Pasamos días maravillosos recorriendo playas y explorando cuevas en las rocas, con aguas tan cristalinas que el Esmeralda parecía flotar.
También era un tiempo de ajuste para Tiny, nuestra border collie, que se había adaptado bien a la vida en el mar. Aunque estaba por verse cómo manejaría el viaje más largo a Cerdeña, dada su naturaleza inquieta.
Después de tres días en Macarelleta y con pronóstico de calma, bajamos a Tiny a tierra por última vez en las Baleares y pusimos rumbo a Cerdeña. Las 34 horas de navegación transcurrieron entre juegos de cartas, estudio y siestas tranquilas, hasta que finalmente llegamos a Porto Conte, Cerdeña, listos para nuestra próxima aventura.