Durante dos meses, nos sumergimos en una serie de navegaciones costeras, enfrentándonos al desafío que suponía nuestro nuevo barco de 50 pies. Aunque uno podría pensar que adaptarse de un velero de 37 pies a uno más grande sería fácil, nos encontramos con que todo era más complejo y pesado. Las maniobras de amarre, por ejemplo, requerían el uso de dos hélices de proa, una novedad para nosotros acostumbrados al más manejable Fran 37.
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Con cada salida, nos familiarizamos más con el barco, ajustando velas, motor y equipamiento. Al principio, el más mínimo ruido nos alertaba necesitábamos ganar más confianza. Pero el día del cumpleaños de mi hermano, celebrado a bordo, marcó un cambio. Después de soplar las velitas, soportar estoico que le pusiéramos una banda de cumpleañero y le cantáramos el feliz cumpleaños, nuestro rigger de confianza se trepó al palo de la mayor del Esmeralda (de 20 metros) y confirmó su buen estado, algo que ya nos había adelantado dos meses antes.
Animados por este voto de confianza, nos preparamos para el gran desafío: cruzar hacia Mallorca. Las 120 millas náuticas nos llevaron 20 horas, partiendo con un pronóstico favorable, aunque la previsión de una tormenta eléctrica cercana añadía un toque de incertidumbre.
Una vez en Mallorca, disfrutamos de sus famosas calas con playas de arena blanca y fina. Nos dirigimos a Palma para presenciar la histórica Regata de la Copa del Rey, donde tuvimos la suerte de ver competir al ‘From now on’, un barco argentino que tuvo un excelente desempeño, por el que consiguió una muy buena clasificación. Además, nos vinieron a saludar dos veleros el Correcaminos ya que parte de su tripulación era argentina y el Urbania, el barco donde mi hermano es parte de la tripulación, y así pudimos finalmente conocer a su equipo.
Ver a los veleros en la línea de salida, maniobrando con precisión y destreza, fue un espectáculo impresionante. Durante la regata, un barco tuvo que retirarse tras producírsele una vía de agua al ser chocado por otra embarcación, momento que subrayó el fuerte espíritu de camaradería entre las tripulaciones, más allá de la competencia. Esta aventura en Mallorca fue una experiencia inolvidable.